Escrito por: Diana Esquivel Fotos de: Pilar Camacho
Villas Unidas es el equipo de fútbol femenino que representa a los asentamientos populares en la Primera C del torneo de AFA. Crónica de un triunfo contra Talleres de Remedio de Escalada y también contra los obstáculos que montan las condiciones de precariedad.
Se abren las puertas de la ambulancia y de ella bajan corriendo, una de tras de otra, las 17 jugadoras que se dirigen al vestuario para vestir la camiseta violeta de Villas Unidas. Tienen solo 15 minutos para cambiarse, calentar un poco los músculos y prepararse mentalmente para enfrentar a su rival. “Vamos, vamos, la que ya esté lista a la cancha”, dice el profe Gustavo Levine que, mientras les pide que se apuren, con sus manos y un inflador manual, intenta llenar de aire las pelotas que se utilizarán para el partido. Talleres de Remedios de Escalada, el equipo contrario, ya entrado en calor, se retira tranquilamente al vestuario para prepararse, mientras el recién llegado, ya con el uniforme y los botines dispuestos para el juego, aunque todavía algunas con el cabello a medio recoger y otras con las medias casi a mitad de pierna, intentan calentar y terminar de organizarse. El preparador físico da indicaciones puntuales mientras arma de forma rápida un pequeño circuito de entrenamiento.
“Solo tenés 10 minutos”, le dice el árbitro al DT. “Por favor, dame los 15 que permite el reglamento”, suplica el profe. Es así que con el tiempo cumplido, las jugadoras se toman las últimas fotos, saludan al rival de la mano y suena el pitazo que da inicio al encuentro.
Llegar sin morir en el intento
Empieza el día y con él todos los preparativos para el encuentro. La calurosa mañana del domingo, con el sol en todo su esplendor, reafirma que hoy se transpirará mucho más la camiseta. La cita es a las 14 en el Complejo Polideportivo Pomar, ubicado en el barrio porteño de Floresta. De este lugar sale el micro que llevará a todo el plantel del equipo femenino de fútbol de Villas Unidas a enfrentar a Talleres, en el predio D10 en Pilar, lugar en el que Villas ejerce su localía por el Torneo de Primera C del campeonato femenino organizado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
“Subamos todo al micro y salimos”, dice Levine, el director técnico del equipo. Los preparadores físicos empiezan a pasar, del auto del DT al micro, cajas de manzanas, de naranjas, varios racimos de bananas, termos y botellas de agua. Las jugadoras se reúnen entre tanto en la plaza que está en las afueras del complejo con algunos familiares que las acompañan. Se saludan y comentan entre ellas anécdotas de cómo estuvo su semana.
Un “nos vamos” se escucha a la par de los motores del micro. El fuerte sonido se debe a que es un vehículo algo viejo, con la pintura un poco desgastada y con pinta de que ya debería de salir de circulación. “Yo pensé que iban a mandar el que siempre nos lleva” comentan entre las chicas, al ver de nuevo al transporte que las habían usado el partido pasado. “Lo que pasa es que el micro que siempre nos lleva está en reparaciones”, comenta Gustavo Quezada, psicólogo del plantel. Con todos a bordo, con ambiente de fiesta y risas que caracteriza a las jugadoras, a las 14:30 arranca el micro camino a Pilar, con tiempo suficiente para llegar. El conductor emprende el viaje con atuendo veraniego, un cigarrillo en su oreja y reggaetón de fondo en la radio. Estima llegar en una hora.
“¿Qué querés “China”? ¿Banana, manzana?”, comienza a caminar, preguntar y entregar Emiliano Weinstock, preparador físico de las chicas, además de empezar a rotar botellas de agua. “Es importante que coman algo liviano y se hidraten”, explica.
A veinte minutos de recorrido el micro se detiene por indicaciones del DT, quien se baja para esperar a dos jugadoras más que estaban por llegar. Una de ellas es Fiorella Roldán, la 10 del equipo. Al subir saludan calurosamente a cada una de sus compañeras y entre comentarios se ríen. El micro retoma el recorrido. Hace unos kilómetros cuando se escucha un “Profe, sale humo”. Son las jugadoras que se encuentran sentadas en la parte del fondo las que dan el aviso mientras el humo empieza a invadir todo el micro junto con el olor a aceite quemado. “Vamos, todas abajo con calma, dejen las cosas y salgan”, son las indicaciones de Levine que junto al preparador físico empiezan a dirigir la evacuación. Es así como, en plena Panamericana, el micro se detiene para no volver a arrancar.
Son las 15:30, hora estimada en la que debería estar el equipo en Pilar, para descansar de todo el viaje, cambiarse y calentar. La mayoría de las jugadoras tienen también cansancio acumulado. “Yo tengo dos horas de viaje. Tomo dos colectivos y un remis para llegar al Pomar”, cuenta Paola Parra, una de las arqueras, quien vive en González Catán y viaja desde el barrio con Sofía Alzogaray. Como ellas, otras vienen de Quilmes y Florencio Varela.
Después de varios llamados, la decisión del Levine es dividirse en grupos para tomar varios Uber que lleven a todos a Pilar. Con ayuda de los preparadores y, cargando al hombro las botellas, las cajas de frutas, los implementos deportivos y los uniformes, caminan hacia la bajada de la autopista para llegar a un lugar seguro. “Aquí es la parada del 203. Ese nos lleva a Pilar”, comentan algunas de las chicas sin perder la energía y motivación. “¿Será que vamos en ese?”, duda el profe pero al ver llegar el colectivo, lo para y se acercan para hablar con el chofer. Con el visto bueno, todas comienzan a subir y se desactiva el plan Uber. El colectivo se llena de golpe. “Este nos deja cerca profe, pero tenemos que caminar”, dice Sofía, tiene 19 años y hace cuatro meses que forma parte del equipo, combinando el entrenamiento con la cursada en la escuela. “Yo juego desde los 6 años pero en el barrio, hasta que ya grande me animé a jugar en el Deportivo Italiano y allí Gustavo me vio y me trajo para acá”, cuenta.
El reloj marca las 16:30 y un viaje que se pensaba sería de una hora, pasó a extenderse a dos. “Ya vamos a llegar”, se le escucha decir al DT, además de pedirles que a su llegada se apuren en cambiarse porque no van a tener tiempo para entrar en calor antes del partido, que estaba pactado para las 17. Finalmente se ve la parada y al bajarse todo el plantel, el colectivo queda vacío. “Hacia la ambulancia que está estacionada”, indica Gustavo mientras las chicas suben apretujadas a ese vehículo, que es el que alquila el club para que esté presente durante el partido; el resto del pasaje se encarga de llevar las frutas, la bebida y el equipamiento a dos autos de conocidos. Y así, en un ambulancia, llegan a la cancha las jugadoras de Villas Unidas
El reloj marca las 16:30 y un viaje que se pensaba sería de una hora, pasó a extenderse a dos. “Ya vamos a llegar”, se le escucha decir al DT, además de pedirles que a su llegada se apuren en cambiarse porque no van a tener tiempo para entrar en calor antes del partido, que estaba pactado para las 17. Finalmente se ve la parada y al bajarse todo el plantel, el colectivo queda vacío. “Hacia la ambulancia que está estacionada”, indica Gustavo mientras las chicas suben apretujadas a ese vehículo, que es el que alquila el club para que esté presente durante el partido; el resto del pasaje se encarga de llevar las frutas, la bebida y el equipamiento a dos autos de conocidos. Y así, en un ambulancia, llegan a la cancha las jugadoras de Villas Unidas
La recompensa al esfuerzo
A Las 17:15 se da inicio al partido y la indicaciones del profe Levina no se dejan esperar: “Bien Dahi”, “afuera equipo”, “tranquila Lucía”, “bajá Natalia”, “esperala un poquito”, “armar la barrera”, “vamos Lucía”, “que no patee el centro, China”.
Los primeros 45 minutos son de un juego aguerrido, con buenos pases y con un vendaval de goles: tres para el local y dos para el visitante. En el entretiempo se dirigen al vestuario para descansar y recibir las indicaciones del DT sobre cómo encarar la segunda parte.
Ya en el segundo tiempo y con un juego un poco más picante empiezan las lesiones. “Esperá que ya va el médico”, le gritan las chicas de Villas que están en el banco de suplentes a Natalia Gamarra, tras recibir un pelotazo en el estómago que la deja sin aire. Llegan más goles, uno para cada equipo. “Vamos Villas, Vamos”, le cantan las jugadoras que están fuera de la cancha y unos pocos familiares que se encuentran en una tribuna lejana. Cerca del final y con una jugadora de Talleres en el piso, se presenta una discusión entre el árbitro y el director técnico de ese equipo, que termina con la expulsión del entrenador «tallarín». Se reanuda el partido pero siguen las discusiones “No me digas qué hacer, fijate vos lo que hacés”, se escucha recriminarle una de las jugadoras de Talleres a su compañera. «Esto es común”, comenta Yesica la China Zelaya al ver el episodio del equipo contrario. “Dentro de la cancha todas tenemos discusiones pero fuera de ella somos todas amigas”, afirma. Al igual que algunas de sus compañeras, empezó a jugar desde pequeña y siempre lo hizo en equipos mixtos. “Por más de cuatro años participé en ligas barriales con equipos integrados por hombres y solo tres mujeres. Creo que eso ayudó mucho en mi estado físico.”
Suena el pitazo final y las jugadoras de Talleres se van molestas mientras que las de Villas se abrazan eufóricas y cantan: “Vamos Villas a ganar”. El marcador favorece al local, dejando un resultado de 4-3, con dos tantos de Natalia Gamarra, quien está hace seis meses está en el club y trabaja de niñera en la semana. “El trabajo con Gustavo es muy bueno, siempre nos trata muy bien”, revela. Los otros dos golazos desde fuera del área fueron por cuenta de Fiorella Roldán, quien celebró el primer gol abrazando a entrenador.
El detrás de Villas
Villas Unidas nació hace un año, por una iniciativa mixta: por un lado, la Escuela de Entrenadores César Luis Menotti, entre los que se encuentran famosos referentes del futbol masculino, entre ellos Fernando Signorini, quien fuera el preparador físico de la Selección Argentina y de Diego Armando Maradona en sus años de gloria. Por el otro, un puñado de organizaciones sociales que buscan darle la oportunidad a los niños y jóvenes de los sectores más vulnerados de aprender, disfrutar y promocionar su desarrollo futbolístico.
Villas Unidas es el único club en el mundo del fútbol de ascenso que se organiza y se mantiene gracias a las ayudas sociales y donaciones y que apuesta a la inclusión social y de contención para los más necesitados. Actualmente cuenta con el equipo de fútbol femenino, que disputa el torneo del ascenso de la Primera C de la AFA, en un año clave, porque por primera vez esa institución lanzó la liga profesional jugada por mujeres, en cuya categoría superior juegan UAI Urquiza (el último campeón), Boca, River, Racing. Defensores de Belgrano y otros equipos. Claro que en el ascenso la realidad es muy diferente a la que los planteles de la primera división.
“La dirigencia se ocupa permanentemente de nosotros como cuerpo técnico y de las chicas como jugadoras. Todos los partidos ponen un micro, es un club que no le cobra a las jugadoras, que se hizo cargo del costo de la cobertura médica obligatoria que tiene AFA, que pagó el pase de club de cuatro de ellas, les aporta dinero en efectivo para que carguen la SUBE”, describe Levine.
En cuanto a los mitos generados sobre el desempeño de las mujeres en el fútbol, el preparador físico Weinstock afirma: “Hay pocas diferencias, solo un poco desde lo físico por tema de género, por la explosividad y fuerza que caracteriza al hombre, pero después las chicas tienen las virtudes de la concentración, obediencia y disciplina, que cuesta siempre trabajarlo con los hombres”. Además considera que lo importante para el plantel no es el resultado de los partidos ya que lo que realmente tiene valor es el proceso y crecimiento de cada una de las jugadoras.
Villas Unidas sabe que debe trabajar todos los aspectos de sus jugadoras para mantener un equipo consolidado, ya que según lo dicho por el Técnico, “el plus que tiene Villas es que las chicas provienen de barrios populares, de ver el fútbol como un juego, como posibilidad de ganar dinero rápido por jugar en los barrios. Cuando se insertan en el fútbol oficial, de AFA y de una primer división, el panorama cambia sustancialmente y el cuerpo técnico tiene que tener todo esto en cuenta para trabajarlo”. Por eso, el plantel también cuenta con un entrenador de arqueras, un psicólogo para trabajar el entrenamiento de los vínculos, mejorar la comunicación y trabajar el liderazgo. Además contemplan la necesidad de incorporar una nutricionista, pensando en armarles un plan de acuerdo al contexto social de las jugadoras y de sus necesidades.
El proyecto de Villas crece poco a poco, intenta ser muy abarcativo: en marzo de 2020 su equipo infantil masculino participará en las ligas de la AFA, además de estar desarrollando la categoría senior y en un futuro las inferiores femeninas del club.
De regreso al inicio
El encuentro ha finalizado y las chicas se retiran para celebrar en el vestuario con cupcakes traídos por el Levine. El ánimo en el regreso, que nunca estuvo abajo por más de los inconvenientes del día, es de fiesta por el partido ganado. “Se viene un equipo duro”, comentan: Tigre, puntero del torneo. Por ahora disfrutan, conversan, se divierten. No se preocupan demasiado: en su mundo, muchas veces solo se vive un día a la vez.
«Vamos Villas vamos»
Nota de la Agencia de Noticias de Ciencias de la Comunicación –ANCCOM–
Comentarios